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Aldabrachelys gigantea

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Testudo Hermanni Hermanni

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Un día fui a casa de un señor con el cual me había puesto en contacto vía internet para comprarle una pareja de testudos, vivía en otra provincia diferente a la mía así que le propuse a mi mujer hacer un pequeño viaje y desplazarnos a por aquellas hermannis que tanto me gustan. Cuando llegamos a su casa nos invitó amablemente a pasar y cuando entramos en la parte posterior de su casa donde tenía un jardín y su piscina vimos unos magníficos ejemplares jóvenes de radiata, unas cuantas pardalis somálicas y un par de giganteas jóvenes, no más de siete u ocho años entonces tendrían. Las giganteas permanecían inmóviles recibiendo rayos de sol con su estirado cuello reposando sobre el suelo mientras que las radiatas se movían de un lado para otro, nerviosas, inquietas. Esta persona y yo charlábamos sobre los animales que mantenía y sobre temas en general de tortugas, no paro de hablar y preguntar cuando se trata de tortugas, mi mujer miraba las tortugas admirando la belleza de las radiatas, ella nunca las había visto, yo no había visto nunca tantas hasta entonces juntas, pero en un momento determinado, las dos giganteas se levantaron a la vez al entrar en el recinto y mi mujer que se había quedado atrás fuera de la valla, saltó y dio un salto del susto diciendo “¡creía que eran de piedra y de adorno…!”, no podía imaginar que aquello que tenía un aspecto de dinosaurio con el tamaño aquel pudiera ser real y estar en el jardín de este señor. Yo riendo le dije “pero sin son pequeñas aún…”

No es frecuente encontrarse a una gigantea en el jardín de nadie, es normal la reacción que tuvo, la que tendría mucha gente ante un espectáculo como ese, la que tiene mucha gente cuando ahora viene a mi casa por primera vez…